Eixida 112: Ruta de los Calderones, o los Pantaneros en Chulilla

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Organiza: Javier García Gómez

Crónica de José Manuel Talens (del Centro Excursionista de Valencia)



Para este día se sugirió la visita y senderismo por Chulilla, población situada a 400 msnm y a 60 km de Valencia más los 22 km de Sollana a Valencia dan 82 km de distancia.

Como se incorporaban participantes de Sollana y de Valencia, la concentración se realiza en Chulilla a las 9.00 horas en el parking publico a la salida de Chulilla, dirección Losa del Obispo, y una vez reunidos Joan Ferrús hace entrega de la publicación memoria  El Ullal a los participantes que todavía no la tenían.

Dada la hora y la temperatura nos acercamos a un bar del pueblo para tomar un café y empezar el sendero con más energía.

El sendero me pareció uno de los más espectaculares de la provincia, y lo iniciamos a las 9.15 h. Tras unos 500 m, la dejamos por la izquierda, y a la sombra de un esplendido algarrobo (ceratonia silicua) Javier Gómez expone el panorama de todo el sendero, y su entorno geográfico y complementa José Manuel Taléns las características de la vegetación. 

El sendero es que recorrían todos los días  los obreros que participaron en la construcción del pantano de Loriguilla en los años 50, de ahí su denominación de sendero de los pantaneros.

Un poste de senderismo, indica “Embalse de Loriguilla-Los Calderones”, y un corto y suave descenso, nos deja al borde del cañón del Turia en un espléndido mirador desde el que se tiene una preciosa vista del río y del Charco Azul. Seguimos río arriba por la cornisa en suave descenso, cruzamos el cauce de un barranco, por la misma carretera, a primera hora estábamos solos pero al regreso ya estaba más masificado el trayecto.

Desde un alto que se contempla el cauce serpenteante del rio Turia, Javier García comenta las adaptaciones de las plantas a la humedad comparando las hojas de las que están en el cauce con las que están en lo alto.

Seguimos río arriba por la cornisa en suave descenso, cruzamos el cauce de un barranco, y a las 9:50 encontramos el primer puente colgante. Por unas escaleras, descendemos hasta su nivel, a considerable altura del agua; los que tienen vértigo, muestran algún reparo, pero es fuerte y seguro; lo cruzamos. Pronto, poco más adelante, vemos el siguiente. Están en un punto estratégico y la vista del cañón, tanto río arriba, como río abajo, es espectacular. Juanvi aprovecho para sacar diferentes instantáneas del evento. Pasado el puente, el sendero continúa por la ribera, entre cañas y junto a las cinglas. A las 10:10, encontramos la tercera pasarela, no colgante, sino fijada al suelo, y que sirve de acceso a vías de escalada; no tiene continuidad, y si se cruza, hay que volver a este punto. Nos asomamos al centro, para hacer fotos, y seguimos. Hacia las 10:30, se abre el cañón, llegamos a una caseta, de donde parte otro puente, de uso no público; se trata de una estación de aforo del rio, aquí paramos a almorzar entre las 10:50 hasta las 11:15 horas. Almorzamos, que después de la caminata nos supo extraordinario, además de compartir dulces, frutos secos y vino.

Mientras almorzamos contemplamos los enormes cortados producidos por el rio a lo largo de millones de años y la disposición de los estratos plegados por la acción geológica.

Una vez con el estomago lleno Javier García realizó unos cálculos de la velocidad del agua, el nivel de agua circulante, José Manuel explico otro poco de botánica ya con la curiosidad satisfecha, iniciamos el regreso por el mismo camino de ida, de nuevo por los puentes que tanto nos habían impresionado.

Al regreso al pueblo realizamos el otro sendero: el del Charco Azul, se trata, y con mucha diferencia, de la ruta con más afluencia de público y una de las más bonitas y con más historias que contar.

Al parecer, el charco azul toma su nombre del término de origen árabe azud, que indica la presencia de una pequeña presa en la zona, utilizada para regar la huerta adyacente al pueblo.

El camino es fácil de recorrer y está bastante bien señalizado, tomamos  desde la carrera que va del parking a la plaza, por la cara norte del pueblo hacia el río. Se encuentra perfectamente indicado su recorrido por las calles del pueblo y después no hay pérdida, siempre hacia abajo y río arriba.

A medida que nos vamos acercando íbamos comprobando como se estrechaba el cañón por el que fluye el río hasta llegar al Charco Azul, lugar en el que las paredes se distancian alrededor de 10 metros. A principios y mediados del siglo XX se desarrolló en la zona una incipiente industria hidroeléctrica que últimamente se está volviendo a incentivar (nueva central en el embalse de Loriguilla). Desde el Charco Azul se encuentra un canal de aprovechamiento de esta energía que devolverá sus aguas unos 5 km río abajo.

Las historias son muchas de esta parte del pueblo, las más conocidas versan sobre la antigua forma de transporte que utilizaban las aguas del río para llevar madera desde los montes del norte a la ciudad de Valencia. Debido a la estrechez, se formaban pequeñas aglomeraciones de troncos que tenían que deshacerse, tarea bastante complicada y en la que muchos hombres perdieron la vida, por lo cual se construyó una pequeña ermita en la parte izquierda del río. También hay historias de ahogamientos, de cuando el río era libre y no había presas que lo contuvieran. En la actualidad hay una tremenda dejadez por parte de las autoridades locales que han dejado perder la pasarela que te llevaba hasta el azud, destrozado tras la riada de 1989.



Los árboles y la vegetación más característica, que destacan por su gran porte, están etiquetados, contribuyendo así a la divulgación científica, a los numerosos usuarios de este sendero y el Charco Azul, muy utilizado por los habitantes de Chulilla y visitantes, ya que el tiempo que se tarda en llegar es de algo menos de media hora y en volver de algo más, que es todo subida.

En la zona forestal, nos encontraremos principalmente el pino mediterráneo que sobrevive a pesar de las amenazas y repetidos incendios, junto a una gran riqueza de especies arbustivas como la zarzaparrilla, el mirto, las madreselvas, el lentisco, el madroño, el durillo, la cornicabra, el aladierno, la olivilla, la coscoja,... También en el cauce es posible ver aves como el Martín pescador y la oropéndola.

A las 14 horas, tal como estaba previsto nos sentamos en el restaurante Santa Bárbara, sito en la plaza del pueblo, donde teníamos concertado un menú, consistente en unos entrantes y el plato principal cada uno elegía a su gusto entre los platos que nos ofrecía el camarero (gazpacho, carne, olla chulillana…..)

Después de la comida estiramos un poco las piernas visitando la parte baja del pueblo, pudiendo admirar la construcción del castillo y todo el núcleo urbano adaptado a la orografía del terreno, observando la las construcciones, así como las diferentes aclimataciones y evolución de la vegetación. Reflexionamos sobre las consecuencia del incendio forestal ocurrido hace dos veranos y sobre las adaptaciones de la flora mediterránea al fuego.

Con un sol esplendido a las 17 horas se inicia el regreso de esta estupenda excursión. 

Àlbum de fotografies

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