Crónica de la salida nº 123 del
Col·lectiu Ullal: Barranc de l’Infern
Crónica: Carmen Andreu
A pesar del descorazonador
pronóstico del tiempo que amenazaba presencia de nubes y algo de
lluvia, los componentes del Col·lectiu Ullal
acudimos al punto de reunión, a las 7:30 de la mañana desde donde partiríamos
en varios coches con dirección al Barranc
de l’Infern, situado entre las poblaciones de la Vall d'Ebo y la Vall de
Laguar, en la Marina Alta. Este barranco es bien conocido por todos los
aficionados al senderismo; de ahí que se le conozca también como “la catedral del senderismo”, pues es un
lugar de gran interés para los amantes de largas caminatas al aire libre.
La llegada a Fleix, punto de
arranque de la excursión, se produjo sin incidencias, salvo que el acostumbrado
café con el que los senderistas suelen cargar las pilas hubo de suspenderse, puesto
que el bar del pueblo, “L’Anoer”, todavía
estaba cerrado al público; de manera que a regañadientes, más de uno se vio
obligado a emprender la marcha sin el
ansiado “cafenet de bon matí”.
Concienciados de que la jornada
sería de “chúpate domine”, el grupo,
al completo, se dirigió hacia el punto de inicio del sendero, el lavadero de
Fleix, marcado como PR- 147 en el País Valencià y popularmente conocido por “camí dels 6000 esglaons”. Nos quedamos
con la duda de si realmente esa cifra es real o exagerada, pues, aunque al
principio Juanvi Ferrús albergó la
ilusión de contarlos uno por uno, pronto desistió de su plan contable y optó
por comentar la abrigada indumentaria del
estimado Presidente del Colectivo, Francesc Buïgues, al que trató de convencer
para que aligerara las múltiples capas de ropa que llevaba a causa de un fuerte
constipado.
El recorrido comenzó con una
pronunciada bajada que nos hizo intuir que, como todo lo que sube tiene que
bajar más tarde o más pronto, la jornada no iba a ser de “coser y cantar”,
aunque el empedrado de esta antigua vía de comunicación estuviera bastante bien
conservado.
Una vez atravesado el barranco,
iniciamos el ascenso hacia Les juvees del
poble d’enmig. Fue en este tramo donde empezamos a descubrir a qué nos enfrentábamos y eso que las altas
temperaturas aún no habían hecho acto de presencia.
Alrededor de las 10:30,
finalizado ya el primer ascenso, democráticamente acordamos hacer un alto en el
camino para reponer fuerzas a la sombra de unos árboles. Este descanso se
convierte siempre en el momento más animado y estimulante del día, pues además
de intercambiar impresiones, se comparte
con el resto el avituallamiento que cada uno lleva en su mochila: vino, olivas,
frutos secos, chocolates, coca, café y bebidas espirituosas, tal y como exigen
las costumbres por las que se rige el grupo ¡Espíritu comunitario ante todo!
El siguiente tramo se dirigía
hacia la Llometa de les Colmenetes,
también acompañadas de otro descenso y ascenso inolvidables. En esta etapa, Voro
hizo gala de su personal gracia y animó la marcha con numerosos chistes que nos
hicieron olvidar momentáneamente la dureza del camino. Cabe recordar el “del atracador y su gatillo”, con el cual
obtuvo mucho éxito entre el público,
salvo para Pau, que parecía no entender muy bien de qué iba el asunto. No
obstante, éste pudo volver a su casa con la historia entendida gracias a que,
por petición popular, Voro volvió a contar el mismo chiste tras terminar la
comida en el restaurante.
El segundo y breve descanso se
produjo en una fuente de agua fresca que salvó a más de uno de una posible
deshidratación y, a pesar de las advertencias del doctor del grupo sobre la
falta de potabilización del manantial, más de uno llenó su botella con aquel
líquido elemento a sabiendas de que sus tripas corrían grave peligro.
Fue también en este alto del
camino cuando Pepa Ferrús, en funciones de zapatera hacendosa, parcheó ingeniosamente con esparadrapo la bota
rota de su querida amiga Cristina, lo
que le permitió a ésta continuar la marcha sin necesidad de ir a la pata coja
el resto del trayecto.
La siguiente etapa se desarrolló por la Mallada de les Palmeres y Les juvees de dalt. ¡Madre mía, y tan “dalt” que estaban para más de uno que por poco llegó sin sentir las piernas como Rambo! Y como, en un grupo bien avenido como este, la solidaridad obliga por honor, los más adelantados optaron por esperar a los más rezagados y casi extenuados caminantes ullaleros, de manera que, casi como una ola que espontáneamente se promueve en un campo de fútbol, así fueron recibidos aquellos exangües paseantes a su llegada a la cima. Solo les faltó dar la vuelta al ruedo, pero en su estado físico, como era tarea bastante penosa de realizar, ni se lo plantearon.
Y ahora sí, ya con “Lorenzo” como
fiel compañero de penurias, se inició la última etapa del recorrido, camino de
Benimaurell, no sin antes, los organizadores del grupo hacer gala de su gran capacidad de convencimiento al hacernos
creer que lo peor ya estaba superado. Tal vez la euforia generada con la
ansiada noticia hizo pensar a unos cuantos que las provisiones de agua
restantes serían más que suficientes para abordar el tramo del camino que
faltaba recorrer y brindaron animadamente por la hazaña casi culminada. Fatal
error que a punto estuvo de costarle una deshidratación a alguno.
El ascenso y descenso finales
fueron penosos, salvo para Tolet que,
conocedor de lo que se avecinaba, había traído consigo una jugosa naranja que,
en el momento crítico, desmenuzó en gajos con su afilada navaja. Santi Ferrús tuvo el honor de compartir una
de las porciones con él, mientras otros, más confiados en sus condiciones
físicas, se entretenían en apilar cantos rodados del camino a modo de montaña
zen como muestra de su paso por el lugar.
Finalmente, tras grandes
esfuerzos y muestras de resistencia física por parte de los componentes del
grupo en general, unos cuantos llegamos a Benimaurell siguiendo el rastro de piedrecitas que los
más adelantados habían dejado en el sendero. A partir de este punto surgió el
caos. Unos llegaron a Fleix en coche porque fueron recogidos por una avanzadilla
de conductores, mientras otros, cuatro mujeres cuyas identidades dejaremos en
el anonimato, llegaron, in extremis, casi por su propio pie al restaurante
l’Anoer, donde tendría lugar el festín compuesto de apetitosos aperitivos y dos
espléndidas paellas montañesas.
Las entrañables palabras de
Francesc Buïgues como actual Presidente del Col·lectiu pusieron broche final a una salida inolvidable
que sirvió de celebración del décimo séptimo aniversario de la fundación del
Col·lectiu Ullal de Sollana.
Eran más de las 6 de la tarde
cuando se acordó regresar a Sollana, no sin antes recordarnos Juanvi Ferrús los
planes para la próxima salida en el mes de mayo.
Por mi parte debo añadir que, una
vez más, llegó a su término una jornada emocionante en la que el buen humor y
el compañerismo han sido las señas de
identidad de un grupo variopinto de
personas que acogen sin reservas a todo aquel que comparte con ellos un sincero amor por la Naturaleza y la
cultura valenciana. Gracias, amigos, por permitirme ser una más de vosotros sin
reservas ni condiciones.